"El viernes 29 de junio -contra mi costumbre- me quedo dormido luego que
suena el despertador a las 6:30. A las 09:00, me despierta el teléfono
privado, junto al velador. El Secretario General de la Comandancia en
Jefe, Coronel Rigoberto Rubio, me advierte desde su oficina que el
Batallón Blindado se ha sublevado y los tanques están atacando La Moneda
y el Ministerio de Defensa.
Le ordeno que se mantenga en contacto con
el Jefe del Estado Mayor, General Pinochet, con el General Urbina y con
el Comandante General de la Guarnición, General Mario Sepúlveda,
mientras yo me traslado a la Escuela Militar a tomar contacto con el
Comandante de los Institutos Militares, General Guillermo Pickering. En
10 minutos estoy en la Escuela Militar, dónde me reúno con el General
Pickering y el Director de la Escuela, Coronel Floody. Pickering me
explica que ya había coordinado con el General Sepúlveda un plan de
acción de las unidades y escuelas para sofocar el levantamiento. Hablo
telefónicamente con el General Sepúlveda, y me confirma las medidas
adoptadas las que apruebo. Entre éstas, se había asignado al Regimiento
"Tacna" la misión de apoderarse del cuartel de Santa Rosa, lo que
impediría al Blindado reabastecer los tanques empleados en el centro.
Hablo a mi oficina de la Comandancia en Jefe, para que se encomiende al
General Pinochet o Urbina mantener el enlace con las guarniciones de
provincias y -pensando en la situación especial del Regimiento "Tacna",
sede del "acuartelamiento" de Viaux- decido trasladarme a esa unidad,
para confirmarle personalmente la misión que le había impartido el
General Sepúlveda.
Cuando voy saliendo de la Escuela Militar, llega el
Ministro de Defensa, José Tohá, a quien informo de las disposiciones
disctadas y le pido que se las comunique al Presidente. Viajo a la mayor
velocidad al Regimiento de Artillería Nº1 "Tacna", acompañado por una
escolta de la Escuela Militar. Allí compruebo que la unidad está
saliendo a cumplir su misión de apoderarse del cuartel del Batallón
Blindado 2.
EL Comandante del Regimiento, Coronel Joaquín Ramírez, me
expresa que la unidad ejecutará su misión sin vacilaciones. Tranquilo
por el rápido inicio del cumplimiento de esta parte del plan de acción
me traslado, entonces, al cuartel de la Escuela de Suboficiales, ubicada
en el antiguo edificio de la Escuela Militar, colindante al "Tacna". La
actuación de la Escuela de Suboficiales es fundamental, porque este
fuerte instituto tenía la misión del ataque inicial contra los
amotinados, por el costado sur de La Moneda, y era muy importante la
rapidez de la maniobra. Entro a la Escuela por la puerta traser, y a
llegar al Patio de Honor, puedo percatarme que las unidades están
formadas y amunicionándose.
Quiero despejar toda duda. Por eso, cuando
el Director, Coronel Julio Canessa, ordena "¡alto!" y me da cuenta de la
Escuela, expreso en voz alta que infortunadamente el Batallón Blindado 2
se ha sublevado, está atacando La Moneda y el Ministerio de Defensa
Nacional y que nuestro deber es reprimir a los amotinados contra el
Gobierno Constitucional. En seguida me dirijo a la oficina del director,
con el propósito de ver salir a la Escuela a cumplir su misión. En ese
momento, se me presenta el Coronel Canessa, quién, muy alterado, me
expresa que los oficiales no quieren salir, pero que él lo hará con los
suboficiales y tropas que lo sigan. Le ordeno que reúna a los oficiales
frente a su oficina y les pido que me expliquen su actitud. Un mayor me
expresa que ellos no están en rebeldía, pero que no desean disparar
contra sus compañeros. Otro oficial me dice que tiene un hermano entre
los oficiales del Batallón Blindado. Les expreso que es "una orden" de
la que yo soy el responsable exclusivo, porque como Comandante en Jefe
tengo el deber de reprimir el movimiento sedicioso contra el gobierno, y
que ellos -a su vez- tienen el deber de obedecerme.
Los que no quieran
hacerlo es porque están comprometidos con los amotinados y, en tal caso,
es mejor que me maten, porque yo iré a defender La Moneda encabezando a
los que quieran seguirme. Tras vacilar brevemente, los oficiales se
comprometen a cumplir su misión y las unidades empiezan a salir del
cuartel poco después de las 10:30. Yo salgo en mi auto, avanzando por la
calle Dieciocho, delante de los infantes de la columna que encabeza el
Coronel Canessa. Durante el recorrido de las cuadras hasta la Avenida
Bernardo O'Higgins, comprendo con claridad la situación que se vive. No
era lógico suponer que el Batallón Blindado 2 estaba sólo en su
aventura.
(Continúe leyendo):
Por lo menos parte e otras unidades debían también estar
comprometidas o a la expectativa del resultado inicial. También había
que considerar la reacción de las guarniciones de provincia. Luego, si
no lograba dominar rápidamente la situación, corría el riesgo de que al
Batallón Blindado se plegaran otras unidades y la confusión podría
provocar reacciones en provincia. Además, surgía el grave peligro de que
la prolongación del enfrentamiento desatara manifestaciones populares
en defensa del gobierno, y acciones violentistas de los grupos
extremistas de izquierda y de derecha, lo que podría crear una confusa
situación de caos generalizado. Me propongo, entonces, usar todos los
recursos para sofocar el motín antes de mediodía. Media cuadra antes de
llegar a la Avenida Bernardo O'Higgins, recibo un llaado telefónico a mi
auto, del Secretario General, Coronel Rubio, quien me expresa que se ha
presentado el Teniente Gasset, del Batallón Blindado 2 a la Comandancia
en Jefe, a expresar que han sido engañados.
Le respondo que lo retengan
y que el General Urbina esclarezca su versión. En la esquina de
Dieciocho con la Avenida Bernardo O'Higgins, me bajo del auto, portando
la subametralladora Thompson y avanzo hacia el este por la calzada sur,
hasta la esquina de Lord Cochrane, donde espero al Coronel Canessa y a
su columna. Ya se había congregado numeroso público que observa
nerviosamente los movimientos de la tropa. La maoyría aplaude,
presumiendo que se trata de efectivos lesales al gobierno. Ordeno al
Coronel Canessa que despliegue a la Escuela a lo ancho de la avenida y
emplace las armas pesadas, mientras yo avanzo para hablar con los
amotinados. Es un riesgo calculado inevitable dentro del plan que me he
trazado, porque si me limito a esperar el ataque de la Escuela, el
combate podría prolongarse , con los pelñigros que había previsto: un
volcamiento de la situación. Además, el poder de fuego de las armas
pesadas y de los tanques, iba a causar muchas bajas, tanto en las tropas
como entre los numerosos curiosos civiles, ya que era difícil hacerlos
despejar la zona bajo la eventual acción del fuego.
Decido avanzar,
entonces, acompañado sólo por el subdirector de la Escuela, Teniente
Coronel Osvaldo Hernández, por el Capitán Roger Vergara y el Sargento
Primero Omar Vergara. El Capellán Villarroel, muy conmovido, nos da la
absolución. Nos encaminamos resueltamente hacia el tanque más próximo,
ubicado cerca de la esquina de Teatinos con la Avenida Bernardo
O'Higgins. El Comandante del tanque nos apunta con su ametralladora,
pero no dispara. Le ordeno bajar e identificarse, y le digo que debe
cumplir mis órdenes y que se entregue a la Escuela de Suboficiales.
Sucesivamente repito mi gesto con otros tanques y carros de combate,
ubicados en el lado sur de La Moneda. Al llegar donde se encuentra el
Teniente Garay, éste se resiste a cumplir mi orden y retrocede,
preparando su arma para dispararme. En ese mismo momento, avanza
providencialmente a encontrarse conmigo mi ayudante, el Mayor Osvaldo
Zavala, quien, al observar la actitud de Garay, salta por detrá de él,
le pone la pistola en la sien y lo desarma. Acto seguido, continuamos
exigiendo la rendición de los tanques y carros ubicados al sur de La
Moneda. Algunos huyen en dirección al sur, en vez de rendirse .
En esos
momentos se acercan a mí el Almirante Montero y el General Ruiz , que
venían del edificio del Ministerio de Defensa Nacional a expresarme su
adhesión. Los informo rápidamente de lo ocurrido. Queda sólo por lograr
la rendición del Comandante Souper, quien, con un grupo de tanques y
caros, permanece en el lado norte de La Moneda. Envío al Mayor Zavala,
llevando como rehén al Teniente Garay, para decirle que se entregue,
porque su levantamiento ha fracasado. Zavala es víctima de una celada:
la gente de Souper rescata al Teniente Garay. Zavala regresa, diciéndole
previamente a Souper: "¡Dispárenme aquí!", mostrando la nuca. No se
atreven a detenerlo ni a dispararle, y luego Souper avanza a toda
velocidad por Teatinos en dirección sur, seguido por otros tanques y
carros. Pasa por mi lado, con el rostro desencajado y la mirada perdida,
sin que yo logre detenerlo. Ordeno, entonces, que avance la Escuela de
Suboficiales y tome el contro del sectro sur de La Moneda. Se produce un
nervioso intercambio de fuego con individuos ubicados en la torre Entel
y en otros edificios circundantes.
Hago abrir la puerta sur de La
Moneda y cruzo por el interior, hasta la puerta principal del costado
norte, que también hago abrir. En ese momento alcanzan la calzada de la
calle Moneda, frente a la puerta principal del Palacio de Gobierno,
efectivos del Regimiento "Buin", que tenían la misión de atacar a los
amotinados desde el norte. Los encabeza el General Augusto Pinochet,
Jefe del Estado Mayor General del Ejército, en uniforme de combate, y el
Coronel Geiger, comandante de la unidad. Pinochet me abraza. Se
efectúan algunos registros en edificios públicos, desde donde se
dispara, pero al mediodía la situación está controlada. Pronto llega el
Presidente, a quién espero en la puerta principal de La Moneda, mientras
aún se oyen disparos aislados.
Lo informo rápidamente de todo lo
sucedido y me dirijo a mi oficina del Ministerio de Defensa Nacional. En
Morandé me encuentro con la columna que encabezan el Ministro Tohá y el
General Picjkering. Este último había despejado el sector al oriente de
Morandé, donde permanecían algunos efectivos del Batallón Blindado 2.
En mi oficina me informo de otros pormenores de la acción. La fracción
del Batallón Blindado 2 que atacó temprano el Ministerio de Defensa
Nacional, no ingresó al edificio, pero rescató al Capitán Rocha de las
dependencias de la Compañía de Guardia, que se encontraba allí detenido
por el sumario en trámite. En el cuartel de Santa Rosa, este campitán
tomó el mando de los efectivos acuartelados y resistió rendirse al
"Tacna", siendo herido cuando se intentó tomarlo prisionero.
El "Tacna"
efectuó algunos disparos contra los muros del cuartel. Souper recorrió
desorientado con su columna el sectro oriente de Avenida Matta y
finalmente decidió ingresar violentamente al cuartel, que estaba rodeado
de los efectivos del "Tacna". Momentos más tarde, ante la conminación
que le hiciera su Comandante de División, General Sepúlveda, se rindió a
él y entregó su unidad al Coronel Ramírez, sirviendo de interventor el
General Bonilla, a quien designé para ese fin. Se inicia el proceso
judicial correspondiente y, paralelamente, yo desgino Fiscal
Administrativo al General Raúl Benavides para determinar las
responsabilidades disciplinarias, a fin de aplicar a la brevedad las
sanciones a los ocho cabecillas militares del frustrado motín.
Dios me
había inspirado y dado fortaleza de ánimo, para enfrentarme al difícil
trance. La circunstancia providencial de que a las nueve de la mañana no
hubiera estado en mi oficina -a la que normalmente llegaba entre las
8:00 y las 8:15-, me permitió actuar directamente y ganar el tiempo
precioso que evitó la propagación de la conjura. La decidida y oportuna
acción de los generales Mario Sepúlveda y Guillermo Pickering, fue
determinante para que abortara un amotinamiento en el que,
presumiblemente, había comprometidos de jerarquía.
Los cinco principales
cabecillas del movimiento de extrema derecha "Patria y Libertad" -Pablo
Rodríguez, John Schaeffer, Benjamín Matte, Manuel Fuentes y Juan
Hurtado- se asilan en la Embajada de Ecuador, desde donde dan a conocer
un comunicado, reconociéndose como promotores del levantamiento y
proclamando que habían sido "traicionados".
La más grave secuela del
motín fue el robo de ametralladoras pesadas y municiones desde los
almacenes del Cuartel Santa Rosa, acto efectuado por elementos de
"Patria y Libertad" durante la noche del jueves al viernes, mientras los
tenientes René López, Edwin Dimter, Antonio Bustamante, Mario Garay,
Carlos Martínez y Raúl Jofré, alistaban los efectivos y el material para
iniciar su aventura, con la complicidad del Teniente José Gasset Ojeda,
hermano de un directivo de aquel grupo extremista. Este oficial se
asiló posteriormente en la Embajada de Paraguay y yo pedí al gobierno
que a él no le extendieran salvoconducto, mientras no aparecieran las
peligrosas armas y municiones robadas del Blindado. Y se lo hice saber a
través del S.I.M, para que gestionara su pronta devolución si es que
quería salir del país.
El gobierno resuelve ese día viernes 29 pedir al
Congreso Nacional la implantación del Estado de Sitio y a las 19:00 se
realiza una gran concentración pública en la Plaza de la Constitución,
frente a La Moneda, en la que habla el Presidente. Los Comandantes en
Jefe somos citados previamente a La Moneda y el Presidente nos pide
sucesivamente que nos asomemos al balcón junto a él, lo que en es
momento no pudimos eludir, ya que habríamos preferido no exhibirnos en
ese acto, después de los trágicos sucesos del día. Supe que algunos
oficiales habían censurado "nuestra presencia en un acto político". Sin
embargo, la intención del Presidente con ese gesto era precisamente
diluir el sentimiento de aversión popular contra la totalidad de las
F.F.A.A."
MEMORIAS - Carlos Prats González, Ediciones Pehuen.
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