miércoles, 12 de junio de 2013

El tanquetazo del 29 de junio de 1973: la versión del General Carlos Prats González

"El viernes 29 de junio -contra mi costumbre- me quedo dormido luego que suena el despertador a las 6:30. A las 09:00, me despierta el teléfono privado, junto al velador. El Secretario General de la Comandancia en Jefe, Coronel Rigoberto Rubio, me advierte desde su oficina que el Batallón Blindado se ha sublevado y los tanques están atacando La Moneda y el Ministerio de Defensa.

Le ordeno que se mantenga en contacto con el Jefe del Estado Mayor, General Pinochet, con el General Urbina y con el Comandante General de la Guarnición, General Mario Sepúlveda, mientras yo me traslado a la Escuela Militar a tomar contacto con el Comandante de los Institutos Militares, General Guillermo Pickering. En 10 minutos estoy en la Escuela Militar, dónde me reúno con el General Pickering y el Director de la Escuela, Coronel Floody. Pickering me explica que ya había coordinado con el General Sepúlveda un plan de acción de las unidades y escuelas para sofocar el levantamiento. Hablo telefónicamente con el General Sepúlveda, y me confirma las medidas adoptadas las que apruebo. Entre éstas, se había asignado al Regimiento "Tacna" la misión de apoderarse del cuartel de Santa Rosa, lo que impediría al Blindado reabastecer los tanques empleados en el centro.

Hablo a mi oficina de la Comandancia en Jefe, para que se encomiende al General Pinochet o Urbina mantener el enlace con las guarniciones de provincias y -pensando en la situación especial del Regimiento "Tacna", sede del "acuartelamiento" de Viaux- decido trasladarme a esa unidad, para confirmarle personalmente la misión que le había impartido el General Sepúlveda.

Cuando voy saliendo de la Escuela Militar, llega el Ministro de Defensa, José Tohá, a quien informo de las disposiciones disctadas y le pido que se las comunique al Presidente. Viajo a la mayor velocidad al Regimiento de Artillería Nº1 "Tacna", acompañado por una escolta de la Escuela Militar. Allí compruebo que la unidad está saliendo a cumplir su misión de apoderarse del cuartel del Batallón Blindado 2.

EL Comandante del Regimiento, Coronel Joaquín Ramírez, me expresa que la unidad ejecutará su misión sin vacilaciones. Tranquilo por el rápido inicio del cumplimiento de esta parte del plan de acción me traslado, entonces, al cuartel de la Escuela de Suboficiales, ubicada en el antiguo edificio de la Escuela Militar, colindante al "Tacna". La actuación de la Escuela de Suboficiales es fundamental, porque este fuerte instituto tenía la misión del ataque inicial contra los amotinados, por el costado sur de La Moneda, y era muy importante la rapidez de la maniobra. Entro a la Escuela por la puerta traser, y a llegar al Patio de Honor, puedo percatarme que las unidades están formadas y amunicionándose.

Quiero despejar toda duda. Por eso, cuando el Director, Coronel Julio Canessa, ordena "¡alto!" y me da cuenta de la Escuela, expreso en voz alta que infortunadamente el Batallón Blindado 2 se ha sublevado, está atacando La Moneda y el Ministerio de Defensa Nacional y que nuestro deber es reprimir a los amotinados contra el Gobierno Constitucional. En seguida me dirijo a la oficina del director, con el propósito de ver salir a la Escuela a cumplir su misión. En ese momento, se me presenta el Coronel Canessa, quién, muy alterado, me expresa que los oficiales no quieren salir, pero que él lo hará con los suboficiales y tropas que lo sigan. Le ordeno que reúna a los oficiales frente a su oficina y les pido que me expliquen su actitud. Un mayor me expresa que ellos no están en rebeldía, pero que no desean disparar contra sus compañeros. Otro oficial me dice que tiene un hermano entre los oficiales del Batallón Blindado. Les expreso que es "una orden" de la que yo soy el responsable exclusivo, porque como Comandante en Jefe tengo el deber de reprimir el movimiento sedicioso contra el gobierno, y que ellos -a su vez- tienen el deber de obedecerme.

Los que no quieran hacerlo es porque están comprometidos con los amotinados y, en tal caso, es mejor que me maten, porque yo iré a defender La Moneda encabezando a los que quieran seguirme. Tras vacilar brevemente, los oficiales se comprometen a cumplir su misión y las unidades empiezan a salir del cuartel poco después de las 10:30. Yo salgo en mi auto, avanzando por la calle Dieciocho, delante de los infantes de la columna que encabeza el Coronel Canessa. Durante el recorrido de las cuadras hasta la Avenida Bernardo O'Higgins, comprendo con claridad la situación que se vive. No era lógico suponer que el Batallón Blindado 2 estaba sólo en su aventura.

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Por lo menos parte e otras unidades debían también estar comprometidas o a la expectativa del resultado inicial. También había que considerar la reacción de las guarniciones de provincia. Luego, si no lograba dominar rápidamente la situación, corría el riesgo de que al Batallón Blindado se plegaran otras unidades y la confusión podría provocar reacciones en provincia. Además, surgía el grave peligro de que la prolongación del enfrentamiento desatara manifestaciones populares en defensa del gobierno, y acciones violentistas de los grupos extremistas de izquierda y de derecha, lo que podría crear una confusa situación de caos generalizado. Me propongo, entonces, usar todos los recursos para sofocar el motín antes de mediodía. Media cuadra antes de llegar a la Avenida Bernardo O'Higgins, recibo un llaado telefónico a mi auto, del Secretario General, Coronel Rubio, quien me expresa que se ha presentado el Teniente Gasset, del Batallón Blindado 2 a la Comandancia en Jefe, a expresar que han sido engañados.

Le respondo que lo retengan y que el General Urbina esclarezca su versión. En la esquina de Dieciocho con la Avenida Bernardo O'Higgins, me bajo del auto, portando la subametralladora Thompson y avanzo hacia el este por la calzada sur, hasta la esquina de Lord Cochrane, donde espero al Coronel Canessa y a su columna. Ya se había congregado numeroso público que observa nerviosamente los movimientos de la tropa. La maoyría aplaude, presumiendo que se trata de efectivos lesales al gobierno. Ordeno al Coronel Canessa que despliegue a la Escuela a lo ancho de la avenida y emplace las armas pesadas, mientras yo avanzo para hablar con los amotinados. Es un riesgo calculado inevitable dentro del plan que me he trazado, porque si me limito a esperar el ataque de la Escuela, el combate podría prolongarse , con los pelñigros que había previsto: un volcamiento de la situación. Además, el poder de fuego de las armas pesadas y de los tanques, iba a causar muchas bajas, tanto en las tropas como entre los numerosos curiosos civiles, ya que era difícil hacerlos despejar la zona bajo la eventual acción del fuego.

Decido avanzar, entonces, acompañado sólo por el subdirector de la Escuela, Teniente Coronel Osvaldo Hernández, por el Capitán Roger Vergara y el Sargento Primero Omar Vergara. El Capellán Villarroel, muy conmovido, nos da la absolución. Nos encaminamos resueltamente hacia el tanque más próximo, ubicado cerca de la esquina de Teatinos con la Avenida Bernardo O'Higgins. El Comandante del tanque nos apunta con su ametralladora, pero no dispara. Le ordeno bajar e identificarse, y le digo que debe cumplir mis órdenes y que se entregue a la Escuela de Suboficiales. Sucesivamente repito mi gesto con otros tanques y carros de combate, ubicados en el lado sur de La Moneda. Al llegar donde se encuentra el Teniente Garay, éste se resiste a cumplir mi orden y retrocede, preparando su arma para dispararme. En ese mismo momento, avanza providencialmente a encontrarse conmigo mi ayudante, el Mayor Osvaldo Zavala, quien, al observar la actitud de Garay, salta por detrá de él, le pone la pistola en la sien y lo desarma. Acto seguido, continuamos exigiendo la rendición de los tanques y carros ubicados al sur de La Moneda. Algunos huyen en dirección al sur, en vez de rendirse .
 En esos momentos se acercan a mí el Almirante Montero y el General Ruiz , que venían del edificio del Ministerio de Defensa Nacional a expresarme su adhesión. Los informo rápidamente de lo ocurrido. Queda sólo por lograr la rendición del Comandante Souper, quien, con un grupo de tanques y caros, permanece en el lado norte de La Moneda. Envío al Mayor Zavala, llevando como rehén al Teniente Garay, para decirle que se entregue, porque su levantamiento ha fracasado. Zavala es víctima de una celada: la gente de Souper rescata al Teniente Garay. Zavala regresa, diciéndole previamente a Souper: "¡Dispárenme aquí!", mostrando la nuca. No se atreven a detenerlo ni a dispararle, y luego Souper avanza a toda velocidad por Teatinos en dirección sur, seguido por otros tanques y carros. Pasa por mi lado, con el rostro desencajado y la mirada perdida, sin que yo logre detenerlo. Ordeno, entonces, que avance la Escuela de Suboficiales y tome el contro del sectro sur de La Moneda. Se produce un nervioso intercambio de fuego con individuos ubicados en la torre Entel y en otros edificios circundantes.

Hago abrir la puerta sur de La Moneda y cruzo por el interior, hasta la puerta principal del costado norte, que también hago abrir. En ese momento alcanzan la calzada de la calle Moneda, frente a la puerta principal del Palacio de Gobierno, efectivos del Regimiento "Buin", que tenían la misión de atacar a los amotinados desde el norte. Los encabeza el General Augusto Pinochet, Jefe del Estado Mayor General del Ejército, en uniforme de combate, y el Coronel Geiger, comandante de la unidad. Pinochet me abraza. Se efectúan algunos registros en edificios públicos, desde donde se dispara, pero al mediodía la situación está controlada. Pronto llega el Presidente, a quién espero en la puerta principal de La Moneda, mientras aún se oyen disparos aislados.

 Lo informo rápidamente de todo lo sucedido y me dirijo a mi oficina del Ministerio de Defensa Nacional. En Morandé me encuentro con la columna que encabezan el Ministro Tohá y el General Picjkering. Este último había despejado el sector al oriente de Morandé, donde permanecían algunos efectivos del Batallón Blindado 2. En mi oficina me informo de otros pormenores de la acción. La fracción del Batallón Blindado 2 que atacó temprano el Ministerio de Defensa Nacional, no ingresó al edificio, pero rescató al Capitán Rocha de las dependencias de la Compañía de Guardia, que se encontraba allí detenido por el sumario en trámite. En el cuartel de Santa Rosa, este campitán tomó el mando de los efectivos acuartelados y resistió rendirse al "Tacna", siendo herido cuando se intentó tomarlo prisionero.

El "Tacna" efectuó algunos disparos contra los muros del cuartel. Souper recorrió desorientado con su columna el sectro oriente de Avenida Matta y finalmente decidió ingresar violentamente al cuartel, que estaba rodeado de los efectivos del "Tacna". Momentos más tarde, ante la conminación que le hiciera su Comandante de División, General Sepúlveda, se rindió a él y entregó su unidad al Coronel Ramírez, sirviendo de interventor el General Bonilla, a quien designé para ese fin. Se inicia el proceso judicial correspondiente y, paralelamente, yo desgino Fiscal Administrativo al General Raúl Benavides para determinar las responsabilidades disciplinarias, a fin de aplicar a la brevedad las sanciones a los ocho cabecillas militares del frustrado motín.

Dios me había inspirado y dado fortaleza de ánimo, para enfrentarme al difícil trance. La circunstancia providencial de que a las nueve de la mañana no hubiera estado en mi oficina -a la que normalmente llegaba entre las 8:00 y las 8:15-, me permitió actuar directamente y ganar el tiempo precioso que evitó la propagación de la conjura. La decidida y oportuna acción de los generales Mario Sepúlveda y Guillermo Pickering, fue determinante para que abortara un amotinamiento en el que, presumiblemente, había comprometidos de jerarquía.

Los cinco principales cabecillas del movimiento de extrema derecha "Patria y Libertad" -Pablo Rodríguez, John Schaeffer, Benjamín Matte, Manuel Fuentes y Juan Hurtado- se asilan en la Embajada de Ecuador, desde donde dan a conocer un comunicado, reconociéndose como promotores del levantamiento y proclamando que habían sido "traicionados".

La más grave secuela del motín fue el robo de ametralladoras pesadas y municiones desde los almacenes del Cuartel Santa Rosa, acto efectuado por elementos de "Patria y Libertad" durante la noche del jueves al viernes, mientras los tenientes René López, Edwin Dimter, Antonio Bustamante, Mario Garay, Carlos Martínez y Raúl Jofré, alistaban los efectivos y el material para iniciar su aventura, con la complicidad del Teniente José Gasset Ojeda, hermano de un directivo de aquel grupo extremista. Este oficial se asiló posteriormente en la Embajada de Paraguay y yo pedí al gobierno que a él no le extendieran salvoconducto, mientras no aparecieran las peligrosas armas y municiones robadas del Blindado. Y se lo hice saber a través del S.I.M, para que gestionara su pronta devolución si es que quería salir del país.

El gobierno resuelve ese día viernes 29 pedir al Congreso Nacional la implantación del Estado de Sitio y a las 19:00 se realiza una gran concentración pública en la Plaza de la Constitución, frente a La Moneda, en la que habla el Presidente. Los Comandantes en Jefe somos citados previamente a La Moneda y el Presidente nos pide sucesivamente que nos asomemos al balcón junto a él, lo que en es momento no pudimos eludir, ya que habríamos preferido no exhibirnos en ese acto, después de los trágicos sucesos del día. Supe que algunos oficiales habían censurado "nuestra presencia en un acto político". Sin embargo, la intención del Presidente con ese gesto era precisamente diluir el sentimiento de aversión popular contra la totalidad de las F.F.A.A."

MEMORIAS - Carlos Prats González, Ediciones Pehuen.

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