En 1973 con el golpe militar del 11 de septiembre, los militares y sus acólitos civiles se dedicaron a detener y torturar, así también como fusilar y desaparecer en todo Chile a cientos de miles de militantes de los partidos de la Unidad Popular.
Para practicar esas torturas, los militares y civiles que colaboraban con ellos procedían a encapuchar a los presos políticos, ocultándoles su rostro y sus ojos especialmente, para que no logren identificar los rostros de sus torturadores.
Fue en 1973 que los golpistas chilenos inventaron a los encapuchados.
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